miércoles, 10 de junio de 2015

EL ROCK SE VENDE. RAZÓN AQUÍ.




Sí, señoras y señores. Habéis leído bien. El rock se vende. Y no bueno, bonito ni barato. No. El rock se ha olvidado la chupa en el probador de cualquier idéntica tienda de ropa de un centro comercial. El rock no brilla de sudor en los escenarios. Brillan sus alhajas. Sus lentejuelas. Brilla su sonrisa Profident. El maldito rocknroll nos ha dejado. Y yo no quiero callarme.

    Pero, ¿qué cojones es eso del rock and roll?
Para los más pragmáticos el rock es un género musical que surgió en los años 50 de la fusión de otros ritmos como el góspel, el jazz o el country. Para los más sentimentales el rock fue la canalización de un contexto social que quería desobedecer a sus padres y a la autoridad. Por tanto, el rock se gestó como una necesidad y se convirtió en una filosofía de vida.
Entonces, ¿es hoy en día necesario el rock and roll?
Parece serlo pero no como altavoz contestatario y rebelde, sino como escaparate ostentoso y prefabricado. Esto es así. No me lo he inventado yo.  Por ejemplo, los macroconciertos, con sus pantallitas gigantes, sus pirotecnias, sus bailarines escasos de ropa…disimulan que ya no tocas igual que antes, que tu repertorio es el mismo que hace diez años y que las transfusiones de sangre ya no funcionan igual (además de justificar el desorbitado precio de la entrada). Y sí. Me refiero a los dinosaurios del rock. Asumidlo. Antes molabais. Ya no.
Otras urracas alrededor del negocio del rock son los medios de comunicación. Esos que van de progres y alternativos pero que en el fondo se limitan al amiguismo entre los grupos políticamente correctos y rentables.
Me atrevo a decir que el rock ha involucionado. De lo  que fue sólo le queda el nombre, por eso del marketing y tal, que si no diera parné los de las corbatas ya se lo hubiesen cambiado.
    El panorama actual está lleno de Leivas y Danis Martín. Incluso podemos comprar camisetas de los Ramones en tiendas de uno de los señores más ricos del mundo(a costa de una mano de obra sobre-explotada). Aplausos. Esto es el rock and roll. Postureo. Postureo every where.
Luego tenemos un combo espeluznante de grupos que vuelven, de grupos que nunca se van y de tributos. Por un lado, a los grupos que vuelven se les ve el plumero de lejos. Todos sabemos que vuelven porque fueron viejas glorias venidas a menos y ahora que el cinturón les aprieta quieren volver a subirse al carro. Por otro lado, hay grupos que a pesar de la crisis creativa o de llevar con el mismo set-list años siguen abonados a la gallina de los huevos de oro que es el rock comercial. Y es que no resulta nada extraño que grupos que cantaban en contra de la policía luego hagan uso de ella para desalojar a los que se han negado a pagar el precio abusivo de su entrada y pícaramente escuchan el concierto desde afuera.
No sólo eso. El infierno del rock se ha convertido en una promiscua producción en serie de grupos que suenan todos iguales. Y generalmente, igual de aburridos. Que levante la mano quien no haya visto a un grupo en un festival, en las fiestas de su barrio y en las fiestas del barrio de al ado. Per secula seculorum. Desgraciadamente, el ambiente nacional menos ibérico es más cercano a la mortadela con aceitunas. Repetitivo hasta la saciedad. Todos los grupos suenan casposamente idénticos. Curiosamente, son los grupos que más gustan y más gente mueven. Yo no lo entiendo. Enserio. Encima se ofenden cuando les etiquetan de rock kalimotxero. Pero queridos, de eso “coméis”. De eso vais a festivales a telonear a los reyes del kalitxometro. Si por lo menos fueseis honestos como los poperos o los indies, que no proclaman nada por bandera y se limitan a hacer su mierda sin empaparla en Chanel Nº5. Pero lo honesto no genera dineritos, claro.
    Ante todo esto me surge la duda existencial de si el arte tiene precio. ¿El fin justifica los medios? Yo creo que no.
Supongo que cuando más se empeña un movimiento es ser disidente más corrompibles son sus ideales. Por eso no me extraña toda esta pantomima en la que se ha travestido el rock.
Yo no pierdo la esperanza aunque “no empecemos a chuparnos las pollas todavía”.


Por Reina de Lamantekilla para Arpha Press

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